miércoles, noviembre 18, 2015

Una estatua y un homenaje


Toda imagen “icono” tiene su “logos” (racionalidad), principio explicativo que nos la hace entender y al tiempo nos trasmite el contenido ideal que el autor ha querido expresar.

Teniendo esto en cuenta me gustaría intentar un acercamiento personal a la estatua erigida junto a la entrada principal de cuartel de “La Benemérita”. Grabado en su pedestal la leyenda: “El pueblo de Segovia a la Guardia Civil.

A la inauguración acudió el Director General del Instituto armado Eugenio Fernández de Mesa y una pléyade de autoridades civiles, militares y religiosas, al estilo del más rancio abolengo hispánico.

Aunque ajenas a la estatua propiamente dicha, todas las circunstancias que rodearon el acto añaden contenidos al análisis que pretendo y de alguna manera lo reafirman.
La imagen representa a un guardia civil enjuto con mirada firme, bigote, con indumentaria tradicional en la que destaca el tricornio, el capote ligeramente sacudido por el viento y el fusil al hombro en actitud de patrullar como ha sido su misión desde los tiempos de su fundación hace 171 años.

Comprender la razón que encierra el “icono” o intentarlo al menos, nos pone en disposición de entrar en ese mundo de significados, algunos queridos por el artista y otros adheridos de manera inconsciente, aunque manifiesta.

A todas luces nos da la impresión de ser un retrato ideal de un guardia decimonónico o franquista como mínimo. Sin duda en el rostro de un personaje investido de autoridad, la que le proporciona el uniforme militar del que sobresalen aquellos elementos típicamente guardia-civilistas: el tricornio y el capote, fusil y demás arreos militares que nos hablan de autoridad pasada por las armas; lo que hoy denominamos un agente del orden, con los atributos del poder que se impone por la evidencia.

Ese es el icono, la imagen, que ha elegido el autor par darnos idea del cuerpo de la Guardia civil en su conjunto.

Lo que nos llega podemos resumirlo en muy pocas palabras: rancio, antiguo, muy alejado de una visión más amable y cercana de lo que un agente debería representar para los ciudadanos en pleno siglo XXI.

El Guardia civil pacificador rural, brazo armado de la Ley, imagen de represión, del aplastamiento de las libertades, no debería tener que ver con un cuerpo que está para garantizar el respeto a la constitución y a los derechos humanos que la inspiran.

La presencia de su director engarza muy bien con este cuerpo militarizado, rígidamente obediente a sus mandos. No podemos olvidar el tono engolado y sumamente autoritario con el que Fernández de Mesa defendió, con mentiras probadas, la actuación del instituto armado en los tristes acontecimientos de la playa del Tarajal en Ceuta, suponemos, como es inaudito que no fuera, siguiendo órdenes superiores.

La Guardia Civil es un cuerpo militar muy jerarquizado, en el que la obediencia es pilar esencial…no obstante, el guardia que cumple órdenes, ¿no es también un ciudadano y un sujeto moral responsable de sus actos? Sin embargo se ha abierto expediente a guardias que, fuera de su trabajo, han expresado sus opiniones políticas o se han atrevido a denunciar públicamente a mandos por su falta de respeto al Estado de Derechos y su afinidad confesada a ideologías fascistas y asesinas.

En estos momentos de nuestra historia nos gustaría ver imágenes de este nuevo tipo de guardia civil que se atreve a desafiar el orden de la obediencia ciega, poniendo por delante el servicio a los ciudadanos y la defensa sin paliativos de los derechos humanos, denunciando oscurantismos e ideologías incompatibles con unos cuerpos de seguridad demócratas.

Los guardias con fusil al hombro, tricornio y capotes son recuerdos de un tiempo que no inspira nostalgia y que Arturo Fernández de Mesa parece encarnar perfectamente acudiendo a la inauguración del monumento al pasado.

Otra guardia civil es posible...............

A.L.G.

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