Después de varios años de padecer lo que
algunos llaman crisis y nosotros estafa y de sufrir sus consecuencias, todavía
tengo la sensación de que la propaganda que nos abruma impide que tengamos una
visión nítida de lo que nos está pasando.
No asumamos culpas que no nos pertenecen,
como quieren los que nunca asumirán sus responsabilidades. La gran mayoría de
los ciudadanos, clases medias, trabajadores de a pie, asalariados que se venden
en el mercado de trabajo, parados, son los grandes estafados, los perdedores de
este juego global de capitales y de grandes fortunas que apuestan contra
países, contra continentes enteros, para hacerles rehenes de sus intereses sin
importarles la vida de las personas. Es esta forma de capitalismo irracional
que algunos llaman del desastre o del schock, el que nos ha traído hasta aquí y
seguro nos llevará más y más lejos en dirección al abismo. Un capitalismo
globalizado que engulle todo lo que toca en aras de una constante apropiación y
consumo de recursos sin importarle nada que no sea su propio afán de consumo.
El lema es: que todo lo que toque se convierta en dinero, que todo pueda ser
reducido a esa única medida. Ya no hay fronteras, toda limitación al afán de
lucro de los poderosos tiene que ser arrasada, no debe quedar otra medida que
la del egoísmo al servicio de los más fuertes.
Tres son las palabras mágicas que se repiten
sin cesar, quizás para hacernos creer en su eficacia y en su necesidad
absoluta: privatización, desregulación y reformas estructurales.
El mecanismo de extorsión para conseguir los
efectos deseados se llama deuda. La gran perdedora, la democracia y la
soberanía, de forma que son los capitales y sus acólitos los que imponen las
medidas económicas que se traducen en leyes en nuestros Estados. Agencias de
calificación, prima de deuda, son los colaboradores necesarios (de eso ya vamos
sabiendo mucho los españoles). Los ejecutores: en primer lugar los gobiernos
nacionales (sea cual sea su color, aunque las derechas siempre fueron más
solícitas porque están permeadas de los mismos intereses que van a defender:
Gürtel, corrupción generalizada de las estructuras partidistas), en segundo
plano los organismos internacionales: FMI, Banco Mundial, y en el caso europeo
Consejo de Europa y Banco Europeo (B.C.E.)
Los rehenes y el botín a obtener: los
ciudadanos y sus organizaciones que ya no son propiamente sujetos políticos (en
democracias que tienden al cero absoluto), con derechos en retroceso y cada vez
con menos capacidad de defensa y reivindicación, al tener que soportar unos
niveles crecientes de represión para acallar las protestas. Por supuesto las
instituciones reducidas a un simple esqueleto, al perder la sabia de la
soberanía popular que las legitima y, en consecuencia, todo el entramado del
Estado que se pone descaradamente al servicio, con armas y bagajes (y nunca
mejor dicho), de grupos de poder económico nacionales e internacionales (que es
decir la misma cosa). Para el que tenga duda puede repasar en qué se van los
recursos del Estado y cómo Justicia, Cultura, Educación Trabajo, Relaciones
Exteriores, Defensa e Interior, Seguridad Social y Pensiones…, han dejado de
cumplir su misión de colaborar en el bien común para engrosar intereses
particulares.
Finalmente el botín: la riqueza nacional y
esto en sus dos vertientes: recursos económicos (entre los que están los
naturales _en España léase turismo_ y los propios servicios públicos: Educación
Sanidad, Agua…y recursos humanos, un mercado de trabajo adaptado a los
intereses del capital global (quiere decirse: sin derechos y cada vez más
proletarizado por sueldos de subsistencia).
El yugo de la deuda sujeto a la obligación
insoslayable de pago, si no se quiere ser un paria internacional (eso es de lo
que nos quieren convencer) completa el entramado de un nuevo orden
internacional en que el capital financiero y las trasnacionales imponen sus
leyes con el uso dosificado de la fuerza y la extorsión, de forma que un único
poder impera a nivel internacional en los cinco continentes.
La contribución de la economía (que ha dejado
de ser ciencia para convertirse en ideología) y la teoría política
(liberalismo), ambas en la línea de la deificación de la “libertad” y el
individualismo, aportan el sustento teórico indispensable para que, al ser
repetido sin cesar por voces supuestamente autorizadas, las recetas impuestas
se traduzcan en verdades irrefutables.
El círculo se cierra sobre el ciudadano para
conseguir lo que se espera de él: la sumisión y el silencio, pues las
decisiones las toman quienes realmente están capacitados, por supuesto en
nuestro bien, aunque tengamos primero que purgar nuestras culpas ¡La suerte
está echada!
No nos dejemos engañar: este es el sistema al
que estamos sujetos. No es un partido, no son unas políticas económicas, no, es
un todo en el que lo político, lo económico, el orden social, la cultura e
incluso las relaciones interpersonales están impregnadas del mismo veneno,
despiden el mismo hedor de un mundo que en su globalización está hipotecado al
dinero como único referente.
Llegar a un consenso sobre los problemas a
los que hemos de enfrentarnos y, más aún, poder definir el núcleo central de
donde irradian todos ellos, creo que es una tarea prioritaria. Tenemos la
obligación moral de hacer frente a las agresiones de las que somos el blanco
favorito: la Ley Wert, la actual legislación hipotecaria que facilita los
desahucios, la destrucción de los derechos de los trabajadores, el expolio de
la naturaleza y sus recursos….todas son batallas necesarias, imprescindibles. Pero
el enemigo es multiforme y puede adaptarse fácilmente a los tiempos.
Viene esto a cuento de los movimientos que se
están dando entre partidos políticos y sindicatos. Asistimos perplejos a la
escenificación de un marco de acuerdo para, según defienden los interesados,
presentar un frente común en las negociaciones con Europa (el Consejo Europeo
de 29 y 30 de junio). Partidos de derecha, centro e izquierda (¿) socioliberal,
con la única excepción de I.U., se han unido unos más tímidamente que otros
para apoyar al gobierno de Rajoy en la búsqueda de un cambio de políticas en la
Unión Europea. De fondo el problema acuciante del desbocado paro juvenil y el
tambaleante orden social que amenaza ruina.
A este panorama de búsqueda desesperada de
apoyos que legitimen las políticas del partido en el gobierno, se suman de
forma sorprendente los sindicatos CCOO y UGT , aunque sin dejar de expresar sus
dudas sobre el éxito de la empresa.
Están en juego unos pocos millones de euros
(6.000 para toda la U.E. de los que España aspira a conseguir 2.000), una cifra
ridícula comparada con las dedicadas a sanear los agujeros del sistema
financiero europeo. Por poner sólo un ejemplo, en Bamkia se enterraron más de
20.000 millones de Euros.
Pero la verdadera cuestión no está en las
cifras, sino en el sentido de las políticas europeas y también españolas.
Nada nuevo se otea en el horizonte,
seguiremos fielmente el camino marcado por el sistema dominante: más
privatizaciones, adelgazamiento del Estado, recorte de derechos, etc.
Llegados a este punto sólo cabe pedir
coherencia y lucidez. Coherencia para no caer en las trampas del sistema y
actuar de colaboradores en el asesinato democrático que se está perpetrando en
España. Esa misma coherencia y fidelidad a los ideales de los partidos que se
dicen socialistas y especialmente a los sindicatos de clase que tendrían que
luchar codo con codo con trabajadores expoliados y parados que ven dilapidada
su formación y sus capacidades sin poder ser útiles a la sociedad y mantenerse
con dignidad.
Lucidez para saber en qué campo jugamos y
tomar postura a favor de un cambio real, y no de un maquillaje superficial que
nada va a cambiar.
En Europa, y junto a los pueblos que la
componen, tenemos que tomar partido por un cambio decidido de sistema. Ya
sabemos lo que da de sí el que tenemos y a dónde nos encamina. No nos podemos
permitir ser tibios ni miopes, tampoco podemos permitir que las organizaciones
y partidos que vocacionalmente nacieron para defender a los más débiles,
traicionen sus principios. En el momento que vivimos no se puede jugar a dos
barajas. El desafío es a vida o muerte.
En un futuro no lejano, hombres y mujeres de
esa mayoría que sufre lo que unos pocos deciden, pondrán a cada uno en el sitio
que merecen. Y a no tardar. Esperemos.