Vivimos momentos convulsos y no decimos nada nuevo. La sociedad, nosotros/as, estamos en estado de Shock.
La contundencia de las agresiones que se vienen sucediendo desde hace ya cuatro años nos tiene perplejos, también indignados y cada vez más furiosos. Reflejos de este malestar que ya tenemos instalado en nuestra sociedad, son la multitud de expresiones de repulsa en forma de movimientos como el 15M, las Mareas Ciudadanos, las PAH, y demás formas de indignación colectiva.
Parece que ahora ha llegado el momento de plasmar esta ebullición no sólo en las calles, sino también en las instituciones. Se está planteando crudamente la lucha por el poder político.
Podemos, las diversas plataformas de Guanyem, Ganemos, Partido X, Frente Cívico Somos Mayoría…, buscan aglutinar ese descontento, en formas partidistas que tengan como meta su traducción en votos.
La experiencia traumática del divorcio entre instituciones de gobiernos y ciudadanía, entre políticos con escaños y ciudadanos de a pie, han demostrado que las decisiones que se toman en aquellos son verdaderas bombas de racimo sobre nuestras cabezas. Sus leyes amparadas en un sistema que se dice democrático son el dogal con el que nos someten a intereses ajenos a los nuestros, intereses que no son otros que los del capitalismo internacional encabezado por entidades financieras y corporaciones trasnacionales.
Una democracia sin instituciones no es imaginable, pero si estas no son verdaderamente democráticas es un auténtico fraude colectivo.
De eso se trata, de que exista un Estado que pueda responder a la voluntad mayoritaria del pueblo y eso sólo puede ser el resultado de un poder verdaderamente popular. Legislar para esa mayoría es el reto de un gobierno legítimo; los partidos son sólo instrumentos. Por supuesto que no olvidamos la defensa partidaria de intereses minoritarios, incluso de aquellos que pueden ir directamente en sentido opuesto a los de la mayoría. La democracia no excluye las minorías, pero la perversión consiste en que intereses oligárquicos se enmascaran en discursos políticos que buscan captar el voto de las mayorías (porque no se nos olvide, la democracia supone la primacía de los intereses de los que somos más) y esto sólo puede llevar a engaños calculados y manipulaciones perversas en las que los medios de comunicación de masas son los instrumentos de manipulación de las conciencias. ¿Cómo puede entenderse si no que se voten opciones que luego van a gobernar para intereses justamente opuestos a los de muchos de sus votantes?
Estamos en el prólogo de una lucha de legitimidades entre los partidos del “antiguo régimen” (léase transición) y las nuevas fuerzas que pretenden dar voz a los ciudadanos. 2015 es año de elecciones Locales, Autonómicas y Generales. Se van a suceder casi sin respiro y la indignación tiene que ser el norte que nos marque el rumbo. Necesitamos alternativas, no nuevos maquillajes para ocultar arrugas; no nos conformamos, no nos resignamos, el miedo juega en nuestra contra sin contar con los instrumentos que los poderosos y sus medios de intoxicación colectiva tienen para instalarlo en las conciencias.
Foro Social de Segovia