viernes, diciembre 06, 2013

EL” NEOFRANQUISMO” SE VISTE DE GRIS


Lejos de mi dar diagnósticos serios y con apariencia científica acerca de la situación que vivimos. Otros lo hacen sin duda mejor que yo. Escribo a modo de lenitivo como se tomaba antes el aceite de ricino, fundamentalmente para evacuar en tinta lo que se me viene coagulando en la sangre. 

Llegado un determinado punto no puedo hacer otra cosa que dejarme llevar por la indignación.

Este es el caso: el crescendo del gobierno del PP en cuanto a su afán legislativo para refundar la sociedad española no tiene parangón en nuestra historia.

Felipe González no se atrevió a tanto en su primera legislatura para dar un vuelco al estado franquista que heredó, la razón pudo estribar en la firma de los pactos de la transición y posiblemente también en su propia falta de convicción.

Hoy el gobierno no se conforma con los acuerdos transicionales, quiere ir más lejos, incluso pasando por encima de los principios constitucionales que tanto dicen defender. ¿Dónde está el Estado Social? ¿Dónde la división de poderes, la laicidad, la protección de los ancianos con pensiones dignas….¿Dónde la libertad de expresión en todos los ámbitos y el derecho sacrosanto de reunión? etc. Sin libertad para expresar lo que uno piensa, sin forma de hacerlo llegar a los demás y de convertir la discrepancia en una herramienta esencial de la discusión política en pos del bien común, no hay democracia real alguna.

Esto es lo que se está fraguando con la futura ley de seguridad ciudadana, Con ella, tal y como la formula el anteproyecto, con algún disfraz a modo de retoque, volvemos al principio rector del miedo en la convivencia ciudadana. Miedo puro y simple a la represión servida a través de una fuerzas de seguridad que han adjurado de su obligación de estar al servicio de la ciudadanía para pasar a ser el brazo ejecutor de una política de ataques continuados a los derechos de la mayoría: trabajadores en camino de sumisión y gentes varias excluidas o próximas a la exclusión social (parados, desahuciados de sus viviendas, dependientes…) El panorama es desolador: grandes fortunas conviven con gente que hurga en la basura, que acude a los comedores sociales o se atrinchera en casa de sus padres. ¿Hasta cuándo podrá soportarse ese nivel de injusticia? posiblemente el cálculo sea imprevisible.

Las llamadas a las movilizaciones pacíficas no pueden contener el torrente desbordado de violencia institucional con leyes aprobadas por el rodillo de la mayoría absoluta del PP, pese a ir en contra de lo que prometieron en las últimas elecciones; violencia de los patronos, sobre todo de las grandes empresas, de otras que los fondos buitres y los buitres capitalistas que las compran endeudadas, no dudan en reflotar a costa de los trabajadores; violencia de los bancos que se benefician de los medios que el gobierno pone a su disposición para corregir errores a costa de sufrimientos para los ciudadanos…y así podríamos seguir contando.

¿Cómo hacer frente a tanta violencia? Salir a la calle, gritar, encontrarnos, desobedecer, ha sido una manera de expresar el hartazgo. Siempre de modo pacífico, pese a soportar no pocas agresiones y excesos de los “legitimados” para el uso de la violencia producida en todas sus formas y denominaciones (física y administrativa: multas)

Ahora descubrimos que “violencia” era uno de esos términos proscritos por la transición, eco demasiado evidente de “violencias” cercanas y que convenía olvidar. Ahora nos damos cuenta de que su proscripción era solo la condición de su uso por parte de aquellos que siempre la emplearon para defender sus privilegios.

¡Bienvenidos a esta nueva sociedad de violencia institucional!

Pueden ya empezar a llamar a las cosas por su nombre: los policías vuelven a ser los “grises” de antaño, su color los delataba. No se confundan, ése es el verdadero color con que sus mandos políticos quieren vestirlos. 

A.L.



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