No fue casualidad consumir nuestro tiempo junto al gran abeto de la plaza de la Merced su poder de
atracción nos invitaba a pasar largas jornadas contemplando su magia natural. La catedral y la iglesia de San
Andrés son los grandes
mastiles de nuestro barco pirata, la estatua de
Ruben Dario nos recita en silencio secretos de otros lugares, que ya hemos visitado sin movernos del parque.
1 comentario:
Q bonito, me gustan los relatos del aborigen. Que recuerdoS!!!!
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