domingo, febrero 01, 2009

MIENTRAS LOS EJERCITOS EXISTAN,QUE NADIE HABLE DE PROGRESO

Pasan los años. Y los siglos. Y quienes hablan, escriben o luchan se dejan arrastrar por pequeños problemas, miserias a las que han acomodado sus vidas siguiendo las pautas de un viejo pensamiento: siempre existirán dominadores y dominados, poseedores y desposeídos. Se acomodan quienes ya hace mucho tiempo que abdicaron de cualquier posible, profunda revolución, a las exigencias de una acción, de un pensamiento, que fluctúa en el camin o de obtener algunas mejoras salariales y pequeñas parcelas de libertad. Que se cortan cuando el capital, los monopolios, se sienten amenazados. Ciudadanos dóciles. Mundo complaciente. Y ceguera. Que nadie mire más allá de su pequeño entorno. Siempre habrá quién viva peor, dicen. Para qué sacrificarse, si las armas, el poder lo tienen los otros. Se bombardean ciudades, se destruyen miles de vidas, se tortura, se masacra por hambre a pueblos enteros, los ríos de los desplazados, de los sin tierra, se multiplican, se acomoda la prostiutudión a nuevas formas de esclavitud. Todo en nombre del progreso. Y mientras tanto, los ejércitos continúan marcando el desarrollo de las sociedades modernas, a las recién emancipadas que repiten en ellas formas antiguas de dominio y esclavitud. Las guerras, internas o externas, no cesan. Y los viejos imperios se reciclan. Cambian en las formas para continuar detentando el peso de la Ley en sus principios. Hoy se permite, es cierto, manifestaciones, documentos de protesta, mensajes de condolencia o repulsza. Los ejércitos siempre se rieron -salvo que se vieran amenazados y tuvieran que actuar por la brava, sin concesiones- de estas repulsas a sus actops de salvajismo. ¿?Quiémn se atreve a cuestionar la necesidad de los ejércitos? En el orden interno o en el orden internacional. En la defensa de la Ley. Su Ley. Que el poder de los ejércitos marca precisamente la ley. Ellos imponen o derogan gobiernos, constituciones, trazan fronteras, crean nuevos Estados, terminan con los que les parecen. Una historia tan vieja como la del Dios de la Biblia. Y el hombre acomodado, el hombre anestesiado, conjuga la religión y las armas para mantener su propia esclavitud. Cada vez se escuchan menos voces que arremetan contra esa dualidad maligna que lejos de hacer avanzar a la humanidad, la estanca. El hoirror del crimen bendecido por banderas y uniformes. A esperar otro milenio, ciudadanos, que la paciencia es una virtud religiosa. ANDRES SOREL su web:http://www.andressorel.com/opinion-contracorriente.php

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