Hace unos días, el titular de un periódico español
anunciaba: “el culto al cuerpo no entiende de crisis”. Al parecer en España,
mientras las crecientes apreturas económicas obligan a renunciar a las
vacaciones, a comer menos carne y a usar poco el coche, la gente hace flexiones
y pesas; mientras los hoteles y los restaurantes se vacían, los gimnasios
siguen llenos. Aún más, del contenido de la noticia podría deducirse que hay
una relación directamente proporcional entre el descenso del consumo y el
aumento de la obsesión por el deporte, la cosmética y la salud corporal. Nada
tiene de extraño. Todas las grandes crisis históricas han producido siempre una
contracción de lo colectivo a lo individual, un retorno asustado al interior de
uno mismo. ¿Y qu.é hay en el interior de uno mismo? Lo más común, lo más banal,
lo más ajeno: un batiburrillo de convenciones e imágenes que tratamos de
proteger contra el desorden exterior (invasión de los bárbaros o caos
financiero). En las sociedades antiguas ese “batiburrillo” se llamaba “alma” y
en las sociedades capitalistas se llama “cuerpo”, pero en ambos casos -alma o
cuerpo- de lo que se trata es de encontrar una vía personal de salvación.
Autor y amigo :Santiago Alba Rico
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