domingo, enero 23, 2011
HAITI NO ANDA SOLA
Despierta, pueblo mío, y únete, (...)
Despierta, despierta, despierta
Canto surafricano
Las heridas en la tierra haitiana dejaron profundas cicatrices hace exactamente un año. Todavía nos estremecemos por las 250 mil vidas apagadas, por el llanto y la incertidumbre de los sobrevivientes. Haití nos duele porque es carne de nuestra carne.
La furia de la naturaleza puso miles de ojos sobre el pequeño país del Caribe, olvidado en su tragedia cotidiana. Los grandes medios contaron la catástrofe a su modo. Puerto Príncipe devastado, alrededor de 300 mil personas lesionas; Puerto Príncipe revuelto, 1 500 mil haitianos y haitianas sin techo; Puerto Príncipe “incontrolable”.
La presencia militar ya estaba ahí, pero hicieron creer que eran necesarios más soldados y armas para contener las fuerzas de la Madre Tierra y distribuir el poco pan de cada día.
¿La desgracia de un pueblo entero serviría como anillo al dedo a los históricos planes de dominación imperial? Por supuesto. Lamentablemente a eso nos tienen acostumbrados los más poderosos, insensibles e incapaces de responder ante las emergencias de los más pobres.
¿Quién le preguntó al pueblo haitiano si querían tropas uniformadas o alimentos, organización social o represión, una ley de emergencia sin participación popular o soberanía nacional; semillas transgénicas o estrategias sustentables que les permitan romper las dependencias propias del asistencialismo?
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