En unas semanas, el lema «Otro mundo es posible» soplará sus diez velitas. Sin embargo, no es tiempo para festejos: este movimiento se ve en la obligación de plantearse las preguntas apropiadas para dar con las respuestas adecuadas a la crisis capitalista actual, que nos aparta todavía un poco más de esa sociedad tan anhelada, en la que se garantizaría la justicia social y se respetaría a la naturaleza.
Nadie puede adivinar el futuro, así como tampoco nadie puede predecir el destino de la humanidad. Sin embargo, hay dos cosas de las que podemos estar seguros. Por un lado, la ampliación, la coherencia y el nivel de radicalización en la evolución del FSM determinarán en gran parte la función que éste habrá de desempeñar. Por otro lado, FSM o no, los movimientos sociales, los oprimidos, los explotados, los excluidos, seguirán luchando por sus derechos y su dignidad. Lo que verdaderamente importa es hacer que esas luchas triunfen. Y en el mejor de los casos el FSM podrá constituirse en una herramienta al servicio de las mismas.
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