En el 2001 el G8 se reunió en Génova. Fueron días de violenta suspensión de los derechos civiles que todavían pesan en la conciencia colectiva, junto al recuerdo y al dolor por la muerte de Carlo Giuliani.
Fueron también días en los cuales los ?grandes de la tierra? deshuesaron el nuevo credo de la globalización liberista como si fuese una religión universal. Según lo que decían ellos, el mundo se estaba preparando para una marcha triunfal económica y política: el nuevo capitalismo transnacional habría garantizado provechos para todos los cuales deseaban enriquecerse, gracias a la oportunidades de la mundialización. Las recetas que se presentaron acogían el invito a delocalizar las producciones allá dónde los trabajadores venían pagados con salarios de hambre, sobrepasando los derechos maturados en Occidente a través de una política de precarización salvaje del trabajo (ellos la llaman ?flexibilidad?). Una nueva carrera al provecho se proponía para los que poseían los capitales, destripando al Welfare y a los derechos maturados durante años lucha y movilización popular. Una nueva panacea parecía a disposición del capital global: invirtiendo los surplus de la financia, sacando dinero a través del dinero, construyendo una ?arquitectua financiera global? que hubiera permitido harmonizar todas las situaciones dificultosas por parte de gobiernos conscientemente complices del agravarse de las desigualdades sociales. Hoy, mientras los potentes de la tierra (...) se preparan a reunirse en Lecce para la cumbre mundial sobre la economía, es tiempo de balances. Con respecto a las promesas del G8 de Génova, nos encontramos en un escenario volteado. El balance es despiadado y la palabra que resuena en todo el planeta es una solamente: crisis. Y no se trata de una crisis pasajera: todos los espertos concuerdan que se trata de la crisis más grave de los últimos 80 años. La situación es bajo los ojos de todos. Millones de trabajadores en paro, empresas en el lástrico o en reconstrucción salvaje, crecimiento exponencial de la deuda pública y diminuciones del PIB, clase media empobrecida en todas partes. No es un caso que este proceso haya adquirido características típicas de la guerra, consideradas por los países del G8 la mejor respuesta frente al ataque terrorísico del 11 de Septiembre 2001. En particular, la guerra feroz en Iraq ha absorbido una cantidad impresionante de dinero, cuya financiación ha sido posible gracias a la venta de bonos del Tesoro estadounidenses Unidos en el mercado internacional contando sobre una fuerte disminución de las tasas de interés, relacionando a esta política el vía libre a productos financieros sofisticados que empeñaban al consumidor a gastar un dinero inexistente, con márgenes de riesgo escondidos por análisis de rateación manipulados. Los provechos de la globalización han incrementado el divario entre el Norte y el Sur del planeta, causado por especulaciones formidables que gravan sobre el ambiente y sus recursos primarios (empezando por el agua), impuestas por políticas de privatización generalizada. Los provechos de la globalización no han aplacado el hambre y la sed del mundo. La desigualdad golpea la organización social: Fue suficiente un decenal para pasar desde el entusiasmo ideológico a el desastre económico-financiero, desde el triunfo del capitalismo post-guerra fría a la recesión. ¿Qué podrán decir al mundo de nuevo e importante, un corro de ministros económicos y de bancarios que, en muchos casos, tuvieron un papel de primaria importancia en llevar la situación hasta su actual condición de crisis global? Seguramente no será un G8 ya vacío, y tampoco un G20, que podrán arrogarse el rol de ?Gobierno mundial de la economía?. Nosotros, recordando las muchas declaraciones, peticiones y manifiestos producidos por el movimiento de Seattle a la fecha, remarcamos que la dirección de la economía mundial tiene que cambiar. Nuestras preocupaciones y nuestras duras críticas hacia la retórica se han demostrado justificadas y fundadas. Asistimos al debatirse de los gobiernos en una espiral de disposiciones de emergencia que desvelan liquideces inimaginables, donde durante una década se había dicho que no existían materialmente los recursos para una intervención en el ámbito de las multitudes de tragedias humanitarias o para sanar con la fuerza necesaria el degrado del ambiente violado por producciones de masa envenenadas. Liquidez utilizada para salvatajes governativos que vienen operados hacia los grandes bancos, los mismos que han creado una multitud de productos financieros derivados engañando y dañando a los trabajadores. Nada parece encambio redimensionar a las industrias militares, vorágines de dinero que alimentan insanables divisiones entre las poblaciones del planeta. Ningún plan significativo que sea en marcha con la gravedad de la situación parece llegar a partir de las grandes cumbres mundiales. El G20 de Londres no a caso fue desilusionante y no llevó hacia ninguna conclusión digna de atención. La cumbre político-económica del G8 se organizará en Italia, donde el Sur se empobrece mientras el gobierno inventa diversivos mediáticos para esconder la ausencia de un programa económico y se cortan recursos indispensables en todos los sectores estratégicos del Welfare disminuyendo la calidad de la vida y perjudicando el futuro de las nuevas generaciones. Esta substancial incapacidad de governar la crisis es además acompañada por promesas de obras majestuosas de dudable utilidad colectiva y peligrosas para el medio ambiente, índice de un titanismo de cartón que parece mal entender la gravedad y la profundidad de la crisis. Nosotros, recordando que en Génova habíamos afirmado que otro mundo es posible, encontramos impropio que las grandes potencias económicas de la tierra discutan entre ellas a puertas cerradas, firmes en una arrogante posición de aislamiento mientras todas las apuestas jugadas por ellas sobre la piel de los más débiles, fueron perdidas. Durante los días de la cumbre en Lecce nosotros estremos en las plazas y por las calles para discutir de la crisis global, para dar voz a experiencias de reflexión crítica y a aquellas realidades que, a través de proyectos innovadores, están experimentando modelos económicos y sociales distintos y altenativos a aquellos, desastrosos, de las políticas económicas de las grandes potencias. Estaremos en Lecce para reflexionar y protestar, convencidos de que la participación directa de los ciudadanos en las elecciones políticas sea un derecho fundamental que tiene que ser siempre practicado. Y particularmente hoy, dentro de una crisis que muerde la vida de cada uno y que golpea mayormente las fajas más débiles. Hoy otro mundo no sólo es posibles, sino que es necesario. Hoy hay que escuchar las razones de quienes, apuntando en la creación y a la extensión de las redes de comunicación participadas, piden un cambiamento radical en las políticas económicas mundiales. Solicitamos a la sociedad civil, movimientos, asociaciones, sindicatos y a quienes concuerdan con este manifiesto para dar vida a un recorrido de iniciativas que culmine el 12 de Junio en un convenio sobre la crisis global y las alternativas económicas, y el 13 de Junio en una manifestación nacional e internacional en Lecce.
Fueron también días en los cuales los ?grandes de la tierra? deshuesaron el nuevo credo de la globalización liberista como si fuese una religión universal. Según lo que decían ellos, el mundo se estaba preparando para una marcha triunfal económica y política: el nuevo capitalismo transnacional habría garantizado provechos para todos los cuales deseaban enriquecerse, gracias a la oportunidades de la mundialización. Las recetas que se presentaron acogían el invito a delocalizar las producciones allá dónde los trabajadores venían pagados con salarios de hambre, sobrepasando los derechos maturados en Occidente a través de una política de precarización salvaje del trabajo (ellos la llaman ?flexibilidad?). Una nueva carrera al provecho se proponía para los que poseían los capitales, destripando al Welfare y a los derechos maturados durante años lucha y movilización popular. Una nueva panacea parecía a disposición del capital global: invirtiendo los surplus de la financia, sacando dinero a través del dinero, construyendo una ?arquitectua financiera global? que hubiera permitido harmonizar todas las situaciones dificultosas por parte de gobiernos conscientemente complices del agravarse de las desigualdades sociales. Hoy, mientras los potentes de la tierra (...) se preparan a reunirse en Lecce para la cumbre mundial sobre la economía, es tiempo de balances. Con respecto a las promesas del G8 de Génova, nos encontramos en un escenario volteado. El balance es despiadado y la palabra que resuena en todo el planeta es una solamente: crisis. Y no se trata de una crisis pasajera: todos los espertos concuerdan que se trata de la crisis más grave de los últimos 80 años. La situación es bajo los ojos de todos. Millones de trabajadores en paro, empresas en el lástrico o en reconstrucción salvaje, crecimiento exponencial de la deuda pública y diminuciones del PIB, clase media empobrecida en todas partes. No es un caso que este proceso haya adquirido características típicas de la guerra, consideradas por los países del G8 la mejor respuesta frente al ataque terrorísico del 11 de Septiembre 2001. En particular, la guerra feroz en Iraq ha absorbido una cantidad impresionante de dinero, cuya financiación ha sido posible gracias a la venta de bonos del Tesoro estadounidenses Unidos en el mercado internacional contando sobre una fuerte disminución de las tasas de interés, relacionando a esta política el vía libre a productos financieros sofisticados que empeñaban al consumidor a gastar un dinero inexistente, con márgenes de riesgo escondidos por análisis de rateación manipulados. Los provechos de la globalización han incrementado el divario entre el Norte y el Sur del planeta, causado por especulaciones formidables que gravan sobre el ambiente y sus recursos primarios (empezando por el agua), impuestas por políticas de privatización generalizada. Los provechos de la globalización no han aplacado el hambre y la sed del mundo. La desigualdad golpea la organización social: Fue suficiente un decenal para pasar desde el entusiasmo ideológico a el desastre económico-financiero, desde el triunfo del capitalismo post-guerra fría a la recesión. ¿Qué podrán decir al mundo de nuevo e importante, un corro de ministros económicos y de bancarios que, en muchos casos, tuvieron un papel de primaria importancia en llevar la situación hasta su actual condición de crisis global? Seguramente no será un G8 ya vacío, y tampoco un G20, que podrán arrogarse el rol de ?Gobierno mundial de la economía?. Nosotros, recordando las muchas declaraciones, peticiones y manifiestos producidos por el movimiento de Seattle a la fecha, remarcamos que la dirección de la economía mundial tiene que cambiar. Nuestras preocupaciones y nuestras duras críticas hacia la retórica se han demostrado justificadas y fundadas. Asistimos al debatirse de los gobiernos en una espiral de disposiciones de emergencia que desvelan liquideces inimaginables, donde durante una década se había dicho que no existían materialmente los recursos para una intervención en el ámbito de las multitudes de tragedias humanitarias o para sanar con la fuerza necesaria el degrado del ambiente violado por producciones de masa envenenadas. Liquidez utilizada para salvatajes governativos que vienen operados hacia los grandes bancos, los mismos que han creado una multitud de productos financieros derivados engañando y dañando a los trabajadores. Nada parece encambio redimensionar a las industrias militares, vorágines de dinero que alimentan insanables divisiones entre las poblaciones del planeta. Ningún plan significativo que sea en marcha con la gravedad de la situación parece llegar a partir de las grandes cumbres mundiales. El G20 de Londres no a caso fue desilusionante y no llevó hacia ninguna conclusión digna de atención. La cumbre político-económica del G8 se organizará en Italia, donde el Sur se empobrece mientras el gobierno inventa diversivos mediáticos para esconder la ausencia de un programa económico y se cortan recursos indispensables en todos los sectores estratégicos del Welfare disminuyendo la calidad de la vida y perjudicando el futuro de las nuevas generaciones. Esta substancial incapacidad de governar la crisis es además acompañada por promesas de obras majestuosas de dudable utilidad colectiva y peligrosas para el medio ambiente, índice de un titanismo de cartón que parece mal entender la gravedad y la profundidad de la crisis. Nosotros, recordando que en Génova habíamos afirmado que otro mundo es posible, encontramos impropio que las grandes potencias económicas de la tierra discutan entre ellas a puertas cerradas, firmes en una arrogante posición de aislamiento mientras todas las apuestas jugadas por ellas sobre la piel de los más débiles, fueron perdidas. Durante los días de la cumbre en Lecce nosotros estremos en las plazas y por las calles para discutir de la crisis global, para dar voz a experiencias de reflexión crítica y a aquellas realidades que, a través de proyectos innovadores, están experimentando modelos económicos y sociales distintos y altenativos a aquellos, desastrosos, de las políticas económicas de las grandes potencias. Estaremos en Lecce para reflexionar y protestar, convencidos de que la participación directa de los ciudadanos en las elecciones políticas sea un derecho fundamental que tiene que ser siempre practicado. Y particularmente hoy, dentro de una crisis que muerde la vida de cada uno y que golpea mayormente las fajas más débiles. Hoy otro mundo no sólo es posibles, sino que es necesario. Hoy hay que escuchar las razones de quienes, apuntando en la creación y a la extensión de las redes de comunicación participadas, piden un cambiamento radical en las políticas económicas mundiales. Solicitamos a la sociedad civil, movimientos, asociaciones, sindicatos y a quienes concuerdan con este manifiesto para dar vida a un recorrido de iniciativas que culmine el 12 de Junio en un convenio sobre la crisis global y las alternativas económicas, y el 13 de Junio en una manifestación nacional e internacional en Lecce.
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